Hace ya unas semanas que un spot televisivo de un automóvil X me está trastornando la cabeza. En él caben slogans que me hacen bastante sentido para un paradigma crítico declarando algo así como: “te dicen que hacer, en que trabajar, que comer, como vestirte…” Y lo mismo con uno de un perfume de Paris Hilton.La industria de la comunicación está llegando ya muy lejos con esto. La necesidad de consumir que ha generado los mass media en el mundo y en especial acá, hogar del triunfo del capitalismo salvaje, no tiene límites y traspasa cualquier forma cultural que encuentra a su paso. Se adapta a ella, la utiliza. Cuando hace unos años trataban de encajarte un producto te ofrecían un mundo de control y felicidad, de superfluos romanticismos, del sueño americano. Eran los portavoces del devenir de un proyecto de mundo donde tú tenías un lugar predefinido o elegías que prototipo de mujer u hombre lograrías ser de acuerdo a tu poder adquisitivo. La niña era una Barbie frágil, tierna y delicada, el niño un Superman viril y recto. Se tenía a la dueña de casa, la supermodelo, el maestro simpaticoide y el gerente exitoso. Siempre con el espíritu de escalar socialmente, aparentar, por último. De por sí ya era vomitivo pero ahora han tocado algo sumamente delicado, se han volteado a utilizar como nicho comercial valores contrarios a su propia lógica y empollar en ellos sus pútridos huevos; hablo de la rebeldía, la conciencia, la originalidad y la libertad.
Como sucedió con los hippies en los 60`s y los punks en los 70´s las imágenes y frases utilizadas en los comerciales apelan a los sentimientos de las masas oprimidas, de los individuos sedientos de autodeterminación. Personajes desadaptados protagonizan estas creaciones, homogeneizando a los tipos de humanos descontentos otorgándoles glamour y poder, dándolos a conocer como esa elite shuperloca que decide por sí misma, consume drogas caras, lee poesía y esta chata del mundo. Ofreciendo un producto que supuestamente sacia las necesidades tanto materiales como espirituales e intelectuales. Perfumes, carteras, ropa, comida vegetariana e incluso vegana, educación, productos de belleza naturales, autos, artilugios reciclados, maquinas de ejercicios, etc, etc, etc…
Admiro la capacidad de evolución de este sistema y sus genios creativos, ojalá todxs quienes luchamos y resistimos a diario utilizáramos algunos de estas técnicas de persuasión, quizás las resistencia sería mucho mayor. Lo malo es que esta misma capacidad ahora podría mermar a potenciales actores sociales “consientes”, desviando su atención con un consumo de productos “consientes” generando la moda de la “consciencia” en vez de una responsabilidad desde el conocimiento.Ya es común entre las hordas furiosas que rompen escaparates, destruyen bancos, queman farmacia y apedrean policías que el conjunto mayoritario sea el de cabrxs que no tienen la capacidad de adquirir los productos materiales ofrecidos por los medios y que están inmersxs en circuitos sociales que adoran al consumo y están dispuestos a pasar por cualquier cosa por obtener lo que quieren, el típico flayte medio chorizo terrible de elegante, consecuencia actual del mercado. Ya no es solo el pequeño piquete que corta la calle cerca de la U y se entra rápidamente después de un par de peñascazos y molocha. Lo interesante de todo esto es la suma de estas dos fuerzas imparables: la mezcla de discursos, el odio, la liberación de personas oprimidas con características de venganza al opresor: el paco, el gobernante, el empresario. ¡Desobediencia civil!
Como sucedió con los hippies en los 60`s y los punks en los 70´s las imágenes y frases utilizadas en los comerciales apelan a los sentimientos de las masas oprimidas, de los individuos sedientos de autodeterminación. Personajes desadaptados protagonizan estas creaciones, homogeneizando a los tipos de humanos descontentos otorgándoles glamour y poder, dándolos a conocer como esa elite shuperloca que decide por sí misma, consume drogas caras, lee poesía y esta chata del mundo. Ofreciendo un producto que supuestamente sacia las necesidades tanto materiales como espirituales e intelectuales. Perfumes, carteras, ropa, comida vegetariana e incluso vegana, educación, productos de belleza naturales, autos, artilugios reciclados, maquinas de ejercicios, etc, etc, etc…
Admiro la capacidad de evolución de este sistema y sus genios creativos, ojalá todxs quienes luchamos y resistimos a diario utilizáramos algunos de estas técnicas de persuasión, quizás las resistencia sería mucho mayor. Lo malo es que esta misma capacidad ahora podría mermar a potenciales actores sociales “consientes”, desviando su atención con un consumo de productos “consientes” generando la moda de la “consciencia” en vez de una responsabilidad desde el conocimiento.Ya es común entre las hordas furiosas que rompen escaparates, destruyen bancos, queman farmacia y apedrean policías que el conjunto mayoritario sea el de cabrxs que no tienen la capacidad de adquirir los productos materiales ofrecidos por los medios y que están inmersxs en circuitos sociales que adoran al consumo y están dispuestos a pasar por cualquier cosa por obtener lo que quieren, el típico flayte medio chorizo terrible de elegante, consecuencia actual del mercado. Ya no es solo el pequeño piquete que corta la calle cerca de la U y se entra rápidamente después de un par de peñascazos y molocha. Lo interesante de todo esto es la suma de estas dos fuerzas imparables: la mezcla de discursos, el odio, la liberación de personas oprimidas con características de venganza al opresor: el paco, el gobernante, el empresario. ¡Desobediencia civil!
Esperemos que la moda de la conciencia no termine con esto para no volver al status quo de PAZ para algunxs, miseria, incertidumbre y migajas para otrxs. Estamos en guerra.
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