A principios de Septiembre en Japón se empieza la matanza de delfines. El país argumenta que se trata de una “tradición” centenaria que se realiza en el pueblo de Taiji.
En Taiji después de que los pescadores localizan a un grupo de delfines, proceden a anularles su sentido de orientación y así los obligan a moverse hacia una extensión de agua cerrada con redes. Ante los ojos de los transeúntes, los entrenadores de animales eligen a los mejores ejemplares para venderlos a acuarios en Japón y el extranjero. Sin embargo la gran mayoría de los delfines son brutalmente asesinados para luego venderlos como comida, en la mayoría de los casos con la etiqueta de “carne de ballena”.
En diversos vídeos de la sociedad conservacionista Sea Shepherd se ve cómo pescadores japoneses arrean manadas de delfines hasta la bahía para después herirlos con arpones y esperar su lenta muerte dejando que los animales se desangren. Una parte de la carne de los cetáceos, que se sabe contiene altos niveles de mercurio, se comercializa.
El 2009, en Taiji fue grabado secretamente el documental estadounidense Bahía (The Cove), ganador de un Óscar, que describe la matanza anual de delfines grabada con ayuda de cámaras militares. Las activistas reportan unos 23 mil delfines y marsopas matados anualmente en la industria ballenera nacional japonesa.
Ric O’Barry, uno de los protagonistas de la obra, ambientalista y entrenador de delfines, organizó este año una protesta al frente de la Embajada de EE.UU. en Japón y en la que participaron unos 100 activistas. Además, él entregó a la embajada una lista con 1,7 millones de firmas de personas de 151 países de todo el mundo que piden poner fin a la matanza de delfines. “La captura de los animales es cruel y no puede ser justificada como parte de la cultura japonesa”, dijo a los periodistas O'Barry, que dirige la campaña “Salvamos los delfines de Japón”.
En diversos vídeos de la sociedad conservacionista Sea Shepherd se ve cómo pescadores japoneses arrean manadas de delfines hasta la bahía para después herirlos con arpones y esperar su lenta muerte dejando que los animales se desangren. Una parte de la carne de los cetáceos, que se sabe contiene altos niveles de mercurio, se comercializa.
El 2009, en Taiji fue grabado secretamente el documental estadounidense Bahía (The Cove), ganador de un Óscar, que describe la matanza anual de delfines grabada con ayuda de cámaras militares. Las activistas reportan unos 23 mil delfines y marsopas matados anualmente en la industria ballenera nacional japonesa.
Ric O’Barry, uno de los protagonistas de la obra, ambientalista y entrenador de delfines, organizó este año una protesta al frente de la Embajada de EE.UU. en Japón y en la que participaron unos 100 activistas. Además, él entregó a la embajada una lista con 1,7 millones de firmas de personas de 151 países de todo el mundo que piden poner fin a la matanza de delfines. “La captura de los animales es cruel y no puede ser justificada como parte de la cultura japonesa”, dijo a los periodistas O'Barry, que dirige la campaña “Salvamos los delfines de Japón”.
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